La masacre de Río Piedras y su contexto histórico

El 24 de octubre de 1935 en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras se llevaba a cabo una asamblea en respuesta antagónica a un discurso realizado por Pedro Albizu Campos cuatro días antes en Maricao en el cual llamó la atención al rol que lleva a cabo la universidad en la asimilación con el imperio yanqui. La asamblea buscaba nombrar a Pedro Albizu Campos como persona non grata, “enemigo número uno del estudiantado”. Sabiendo la oposición de los sectores nacionalistas del estudiantado ante esta asamblea, el entonces rector de la universidad, Carlos E. Chardón, pide que la entrada al recinto de estos sea restringida por guardias armados de la policía. Esta misma fuerza policiaca es la que en ese día perpetraría la cruel matanza de cinco personas.

Crisis económica y movimientos crecientes

En los 1920, la economía de la agricultura de Puerto Rico, compuesta principalmente del cultivo de azúcar, café y tabaco, se encontraba en crisis.  Los mercados que esta suplía se encontraban disminuidos luego de que finalizara la Primera Guerra Mundial. En 1928 pasa el huracán San Felipe, destruyendo gran parte de la cosecha de ese año. Luego, en 1929 comienza la Gran Depresión, una crisis del capitalismo mundial que inicia con la caída de la bolsa de valores de los EEUU. Esta crisis del capitalismo financiero implicó que muchos agricultores no pudieran recuperarse luego del huracán. Esto lleva al cierre de muchísimas haciendas y a una concentración mayor de terrenos en manos de propietarios y bancarios yanquis. Además de una reducción en la cantidad de empleos disponibles.

Esta crisis llevó a un sinnúmero de huelgas a través de los años 30, comenzando con el sector azucarero y difundiéndose a los otros sectores industriales y estudiantiles presentes en la isla. Al igual que muchos enfrentamientos violentos entre los huelguistas y la policía. En 1934 se le extiende una invitación a Pedro Albizu Campos a dirigir a los trabajadores azucareros y facilitar en las negociaciones de sus demandas durante la Huelga de la Caña. Esta victoriosa huelga ejemplifica el poder revolucionario de la unión entre la lucha de la clase trabajadora y la lucha política.

Militarización de la policía y los sucesos del 24 de octubre

Sufriendo la crisis del capitalismo financiero, observando la creciente capacidad revolucionaria de la unión de las organizaciones trabajadoras y nacionalistas y con la Revolución Bolchevique de 1917 fresca en la mente, en 1934 Franklin D. Roosevelt nombra a Blanton Winship como gobernador de Puerto Rico con la intención de que éste con su conocimiento militar reprimiera los movimientos formantes. Blanton Winship por su parte nombra al coronel E. Francis Riggs como comandante de la policía. El transfondo anticomunista de Riggs lo hace el candidato perfecto para ejecutar la lucha de clase en su forma más violenta. Riggs fue un militar americano que estuvo activo en Rusia durante la Revolución Bolchevique y la guerra civil rusa que le siguió en oposición al nuevo estado socialista que se iba formando. Previo a ser enviado a Puerto Rico Riggs se encontraba en Nicaragua donde había estado involucrado en el asesinato de Sandino. Winship y Riggs comienzan un proceso de armar y militarizar la policía de Puerto Rico, accionando su declaración de guerra contra los nacionalistas. Estos sucesos llevan al desatamiento de aquel 24 octubre hace 87 años. 

Durante el mitin de estudiantes vendepatrias, la policía recién armada estaba encargada de restringir la entrada de los estudiantes nacionalistas a la universidad. Los guardias detienen un auto en el cual conducían los nacionalistas Ramón S. Pagán, Pedro Quiñones, Eduardo Rodríguez Vera y Dionisio Pearson. Al detenerlos, la policía les entra a tiros en supuesta defensa propia, matando a Pagán y a Quiñones en el instante. Rodríguez Vera fallece luego en el hospital mientras Pearson sobrevive a pesar de estar gravemente herido. José Santiago Barea, miembro también del Partido Nacionalista se encontraba en las inmediaciones durante la alteración y abrió fuego en respuesta a la policía. Este fue perseguido y acribillado a pesar de haber entregado sin armas. A las cuatro vidas nacionalistas fallecidas se les suma la muerte de un espectador pillado entre los disparos.

Ejecución justiciera del coronel

Este acto de violencia represiva contra el movimiento nacionalista fue respondido con el ajusticiamiento de coronel Riggs al son de un balazo a manos de Elías Beauchamp en febrero de 1936. Inicialmente Hiram Rosado le entra tiros a Riggs mientras el coronel salía en carro de la misa, pero falla y se ve obligado a huir. Entonces, Beauchamp se le acerca a Riggs quien buscaba testigos del atentado. Riggs lo monta en su carro para dirigirse al cuartel cuando Beauchamp le pega un tiro en la cabeza. Ambos Rosado y Beauchamp fueron arrestados y llevados al cuartel donde fueron vilmente asesinados ese mismo día sin juicio alguno. La ejecución de Riggs fue un acto justiciero a favor de las vidas perdidas aquél octubre en Río Piedras. Los oficiales involucrados en el asesinato del 24 de octubre nunca tuvieron que pisar una corte más que para ser exonerados por el fiscal Marcelino Romaní.

La masacre de Río Piedras es un ejemplo de la violencia que el sistema colonial-capitalista está dispuesto a repartir al verse amenazado. Nos demuestra como pone todo el aparato del estado, desde la universidad a la policía, a defender los intereses de clases de la burguesía extranjera. Esta violencia imperialista lleva consigo el germen fascista que se estaba desarrollando contemporáneamente en distintos países alrededor del mundo. En sí, representa la lucha de clases evolucionando a su forma más violenta, hacia la represión activa,  dirigida y sangrienta de los movimientos revolucionarios. Hoy en día vemos como la militarización de la policía sigue como práctica común aquí y en EEUU. Damos honor a las vidas nacionalistas arrebatadas aquel 24 de octubre y observamos la ejecución del coronel Elisha Francis Riggs como el acto más constructivo que este pudo haber tenido en su mísera vida: convertirse en composta para la tierra que fue enviado a oprimir.

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