
En septiembre de 1970, Salvador Allende (Unidad Popular) fue electo presidente de Chile. Esto fue catalogado como la primera vez que un gobierno socialista había sido legalmente electo en el hemisferio occidental. Muchos en la izquierda internacional vieron este intento como una victoria de la izquierda. Esta postura fue apoyada por prácticamente todos los partidos comunistas en alianza con la Unión Soviética social imperialista. Sin embargo, la historia demostró lo contrario, que en lugar de una victoria, en realidad fue un fracaso.
Antes del triunfo de Allende, la economía de Chile estaba basada, entre otros, en la extracción de cobre. En aquel entonces generaba 10 mil 600 millones de dólares en ganancias por las compañías mineras estadounidenses en Chile. Este gran robo fue posible gracias a una inversión inicial de tan solo 4 millones de dólares. Durante el mismo periodo el total bruto del producto nacional de Chile fue de 10.5 billones de dólares. La Anaconda, compañía norteamericana del Cobre en Chile, tenía 17 por ciento de su inversión y derivaba el 80 por ciento de su ganancia de estas inversiones. Pero los monopolios del imperialismo yanqui no estaban satisfechos con el control de la industria de cobre. El imperialismo yanqui desarrolló, virtualmente toda la industria chilena: nitratos, sal, alimentos manufacturados, purina, Coca-Cola, petroquímicas, Monsanto, textiles, equipo de oficina, cemento, cristal, explosivos, papel, madera, industria de construcción, industria automotriz y neumáticos, ITT, fármacos tales como Abbott, Bristol Myers, Pfizer, Squibb. También la banca, como City Bank, Bank of America, aseguradoras como John Hancock, Great American Insurance, Industria del cine, como Century Fox, Universal Artist, MGM, Colombia, Paramount, Universal, Warner Brothers, y otro centenar de industrias. En aquel entonces, 1970, más de cien corporaciones gringas tenían una inversión sustancial directa que sumaban más de mil millones de dólares.
Además de todo ese panorama de dominación yanqui en la economía chilena de los años previos a Allende, había un clima de lucha de clases, con huelgas constantes y luchas, no solo en las minas, sino también una resistencia popular de toda la clase trabajadora y campesina. Y así llegó Salvador Allende al poder.
A pesar de que Allende se consideraba un marxista y de que llegó al poder apoyado por una coalición electoral de partidos de izquierda de Chile (Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR; Movimiento de Acción Popular Unitario, MAPU; Partido Socialista, PS; Partido Comunista, PC; Partido Radical, PR; Movimiento de Acción Popular Unitario-Obrero Campesino, MAPU-OC), declaró para una entrevista en el programa norteamericano Meet The Press que su gobierno no era marxista, ni comunista, sino estado democrático: “El gobierno de Chile no es marxista. Es el gobierno revolucionario. El programa de Unidad no es socialista. Hay pluralidad en nuestro gobierno. Chile busca su propio camino. Somos un gobierno revolucionario. Llevamos a cabo nuestro programa a través de canales legales, constitucionales. Yo soy un admirador de Lincoln, no sólo de Fidel Castro. Soy demócrata auténtico. Soy amigo personal de Fidel Castro, pero seguiremos nuestro propio camino en Chile”. (Declaraciones que dejan abierta la puerta para inferir que los estados socialistas no son democráticos). Así las cosas, se puede decir que en Chile hubo un alivio en las condiciones sociales que vivía antes del triunfo de la Unidad Popular. Su programa de gobierno estaba basado en la construcción de un Estado Popular en una economía planificada (sistema económico en el que el Estado interviene en la distribución de recursos para garantizar un reparto equitativo de los mismos a sus ciudadanos), pero con todos los avances que hubo no lograron transformar la sociedad porque preservaron el estado burgués, éste permaneció intacto. Cabe destacar que esta coalición de partidos de izquierda había adoptado la línea de la Unión Soviética, que era la línea de la coexistencia pacífica y la lucha parlamentaria electoral como transición hacia el socialismo. Esto es un ejemplo clásico del fracaso de esta línea errónea, oportunista y revisionista lo cual creó falsas expectativas, aun cuando la clase trabajadora estaba dispuesta a luchar por el socialismo, pero el gobierno se negó a armar a la clase trabajadora por su postura legalista constitucionalista.
A pesar de algunos avances en el ámbito social económico, como acceso a la vivienda a miles de familias, aumentos de salario, educación, reformas agrarias entre otros avances, no fue lo suficiente para apaciguar a la militancia de la clase trabajadora. Allende y la Unidad Popular trataron de implementar una política reconciliadora para reconciliar lo irreconciliable, instando a los trabajadores a abandonar sus luchas para preservar la constitución y la estabilidad económica del país. Decía Allende en relación a una gran huelga minera suscitada en ese tiempo: “La huelga no puede seguir. No es fácil que la clase obrera comprenda lo que significa ser parte del gobierno, de ser, de hecho, el gobierno. El minero del cobre debe comprender que su problema, no importa cuán importante, no es más importante que el problema de Chile. Iré a “El Salvador” a hablar con los obreros personalmente, no para recriminarlos, pues ejercen un derecho- el derecho a la huelga- el cual respeto. Pero impondré, si es que tengo, y creo que la tengo, la autoridad moral.” (New York Times Magazine, 17 de octubre de 1971).
En el Chile de Allende y a pesar de la fuerte militancia de la clase trabajadora, estudiantes y campesinos, se continuó con una política de reformas moderadas que obligó a Allende a entablar un apoyo tácito con el partido reaccionarlo de ultra derecha, Demócrata Cristiano. Este partido era el más grande de Chile y no era miembro de la Unidad Popular. Este veía en Allende un opositor legal y no un rebelde decidido a destruir el capitalismo. Así las cosas, a cambio de obtener los votos de este partido en el Congreso, necesarios para su elección, Allende se comprometió con los demócratas cristianos a respetar un Estatuto de Garantías que preservaria: el sistema político vigente y las garantías de libertad individual; el sistema legal vigente; las fuerzas armadas libres de intervención política; y la independencia del sistema educativo y las uniones obreras. Con esto Allende se comprometió a mantener en su totalidad las estructuras del estado burgués.
Los demócratas cristianos lograron también que Allende prometiera que el Ministro de Defensa no sería socialista ni comunista. Al estar de acuerdo con todo esto, Allende garantizó que todas las instituciones del estado se mantendrían intactas y que la burguesía seguiría dominándolas. A cambio de esto los Demócratas Cristianos le apoyarían en todo lo que fuera de interés nacional. Allende no intervino ni con la policía ni con el ejército (quien fue adiestrado por el imperialismo norteamericano). Subió el sueldo a los militares y compró nuevo equipo de defensa. El mismo equipo que se utilizó luego para el golpe y para reprimir y asesinar a la clase trabajadora, campesina y estudiantes. Este fue el comienzo del fin.
Todo lo que Allende hizo, todas las concesiones, las reformas, lo hizo para tratar de evitar una guerra sangrienta en Chile. Pero, aunque no fuera su intención, fue precisamente lo que desató una de las más sangrientas represiones por parte del Imperialismo y la burguesía nacional en toda América Latina. Entre los errores cometidos por Salvador Allende y su gobierno de Unidad Popular está el fracaso de la línea de la coexistencia pacífica, la reconciliación de clases y la vía parlamentaria electoral hacia el socialismo. Esta fue la política exterior revisionista reformista de la Unión Soviética y Jruschov lo cual fracasó en implementar el socialismo a través de la vía parlamentaria electoral.
Esta política constitucionalista es idealista porque crea la falsa ilusión que uno puede remediar la lucha de clases a través de la vía pacífica y lo que hace es que conlleva a la condena de la clase trabajadora a un estado fascista como tal fue el caso. Nos sirve de ejemplo la experiencia de Chile, de que no hay tal cosa como la victoria de la clase trabajadora a través de la lucha parlamentaria electoral. En Puerto Rico, no estamos exentos de esta política reconciliadora y oportunista. Vemos cómo ciertos sectores de la llamada izquierda hoy tratan de implementar una política reconciliadora con el Congreso de EEUU y los dos partidos en el poder, también el MVC y el PIP (por ejemplo la Marcha NO Estadidad, Si Descolonización, Fuera la Marina de Vieques, aunque las tierras sigan contaminadas y en manos del gobierno federal y del departamento de lo interior; la lucha contra la Junta de Control Fiscal, que no basta con pedir la expulsión de éstos, sino de abolir el sistema colonial capitalista).
Hoy vemos como los adeptos revisionistas con retórica izquierdista tratan de implementar la misma política. Tal es el caso de Bolivia, con el Movimiento al Socialismo de Evo Morales, Venezuela, con el Socialismo del Siglo XXI, Brasil con Lula, Uruguay con Mujica, y así sucesivamente vemos como estos oportunistas legalistas tratan de imponer su línea reformista a los movimientos populares revolucionarios. Solo una revolución con miras a abolir la explotación bajo la dirección de un partido comunista y el apoyo de un movimiento internacionalista, es capaz de destruir de una vez y por todas al sistema capitalista y al imperialismo.
No hay tal cosa como el “excepcionalismo”, tal y como lo dijo Allende y lo han dicho todos los otros, de que cada país lo hace a su forma, pero lo que es cierto la universalidad de la lucha de clases, aún con todas sus particularidades, sea en Afganistán, Palestina, África, Asia o la América Latina y Puerto Rico. Ese es el motor de la historia.
No hay forma de reconciliar la lucha de clases con los enemigos de clases. Solo la destrucción completa del estado burgués capitalista con todas sus instituciones, su ejército, aparato judicial, político y económico, podrá lograr la victoria de la clase trabajadora y la dictadura del proletariado, bajo el liderato de un partido comunista revolucionario, anti reformista y anti revisionista.
¡En memoria de los miles de camaradas chilenos asesinados, torturados y desaparecidos por el imperialismo yanqui y sus lacayos! ¡Prohibido olvidar! ¡La lucha de clases no tiene fronteras! ¡Que viva el Comunismo y el internacionalismo comunista!
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