El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, conocido erróneamente como el Día de la Mujer. Es el día de la mujer trabajadora, explotada pero combativa y revolucionaria. No es el día de las mujeres burguesas, de las empresarias capitalistas, no es el día de la mujer que explota. Es el día en que toda la clase obrera rinde homenaje a la mujer trabajadora que lucha contra la burguesía, contra el capital y contra la explotación.
La historia más difundida sobre este día es sobre los acontecimientos de 1908 cuando alrededor de unas 15 mil costureras industriales se declararon en huelga en Nueva York, y marcharon por mejores condiciones laborales como la reducción de la jornada laboral, mejores salarios y el derecho al voto.
La clase obrera de todos los países capitalistas se encontraba con el seno de una lucha interna por los derechos de las mujeres trabajadoras. Las socialistas de Norteamérica fueron particularmente quienes persistieron en sus demandas por el derecho al voto. Éstas en 1909 organizaron enormes manifestaciones y reuniones por todo el país demandando derechos políticos para las mujeres obreras. Fue, entonces, que, en 1910 en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, Clara Zetkin, planteó la cuestión de organizar un Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en la cual se decidió que cada año, en cada país, se celebrase el mismo día un Día de la Mujer bajo el lema “el voto de la mujer unirá nuestra fuerza en una lucha por el socialismo”. La jornada comenzó a celebrarse los últimos días de febrero o a comienzos de marzo.
Mientras tanto la dura realidad del capitalismo empezó a demandar cada vez más la participación de la mujer en la economía nacional. En los últimos años antes de la Primera Guerra Mundial, la subida de los precios forzó a las mujeres a protestar en contra de la economía burguesa. Las manifestaciones se hicieron cada vez más frecuentes en diferentes lugares como Austria, Inglaterra, Alemania y Francia. Las obreras comenzaron a entender que sus exigencias actuales no eran suficiente para reducir el costo de vida, cada vez más alto, sino que era necesario cambiar la política del gobierno, y para esto, la clase obrera creyó que lo lograría a través de la ampliación del sufragio, lo que eventualmente conoceremos como el sufragio universal. Todo enfatizaba a que los parlamentos debían ser más democráticos y para esto debían extender el sufragio a las mujeres. Se creía que enviar unos pocos representantes al parlamento haría sus vidas más fáciles y la opresión del capitalismo más soportable.
En 1913, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora fue movido al 8 de marzo, caracterizando este día en la campaña por la igualdad política de las mujeres y la lucha por el socialismo. Pero no fue hasta el 1917, en este día, que un acto histórico cambiaría por completo la ideología política de las mujeres obreras y, así, la clase proletariada. El hambre, el frio y la guerra dieron paso al estallido de la Revolución de Febrero en Rusia y fueron las mujeres obreras de San Petersburgo quienes la comenzaron, siendo las primeras en levantar bandera de oposición al Zar y a todo el sistema que perpetuaba a la monarquía en el poder, así como la explotación. Las mujeres – obreras o esposas de soldados- demandaban pan para sus hijos e hijas y el regreso de sus maridos. La Revolución de Febrero marca el comienzo de la clase proletariada en la lucha por una sociedad igual, equitativa y justa que, eventualmente, trae consigo la Revolución de Octubre. Fue la revolución rusa iniciada por las mujeres la que consagró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Sin embargo, no se institucionalizó hasta 1975 por la Organización de Naciones Unidas.
En este momento revolucionario, resaltó la figura de la comunista y revolucionaria Aleksandra Kollontai, quien rechazó el movimiento sufragista del feminismo por considerarlo de carácter burgués y porque su lucha estaba basada en el derecho al voto. Kollontai cuestionaba; ¿qué derechos y para quién? ¿para la clase burguesa mientras la mujer proletariada tenía una doble explotación, por mujer y por proletariada? Denunciaba, entonces, que la liberación de la mujer iría de la mano de los trabajadores. Aleksandra pasaría, consecuentemente, a ser la autora de escritos como “La prostitución y cómo combatirla”, en la que denunciaría que mientras existan los vestigios del capitalismo en la sociedad socialista, ósea, la esclavitud asalariada, la prostitución seguirá existiendo y socavando las relaciones de solidaridad y comadería entre hombres y mujeres. Así junto a Vladimir Lenin, denunciaba que mientras el poder esté en manos de los capitalistas y los propietarios, ningún derecho político salvara a la mujer trabajadora de su posición tradicional de esclavitud en el hogar y en la sociedad. Serían, entonces, los grilletes de la familia, el trabajo doméstico y la prostitución aún una pesada carga para la mujer trabajadora.
¿Qué debía hacerse? Para ella la respuesta era, hay que emancipar la fuerza laboral. Por lo tanto, la emancipación de la mujer sólo puede tener éxito mediante la lucha unida de todos los sectores de la clase obrera y no mediante la construcción de un movimiento autónomo de mujeres. En esto último, Lenin decía: “nosotros deducimos nuestras ideas organizativas de nuestras concepciones ideológicas. No queremos organizaciones separadas de mujeres comunistas. Una comunista es miembro del partido tanto como el comunista. Tienen los mismos derechos y deberes.” Igualmente, decía que para conducir a la victoria de la revolución se debía conseguir el apoyo de las masas de mujeres y de fallar en esa encomienda significaría que las fuerzas políticas reaccionarias se esforzarían en organizarlas contra ellos. En esta cronología histórica, la mujer (o su mayoría) conquistó el derecho al voto. Ahora, muchas mujeres pasarían a ostentar posiciones políticas y de poder en el capitalismo, pero, entonces, nos tenemos que preguntar, ¿acaso eso suprimió la causa primordial de la servidumbre de la mujer en la familia y en la sociedad? ¿se logró la emancipación de la mujer con el ejercicio del voto?
Al afirmar que el problema de la mujer es un problema de género, que puede ser resuelto dentro del capitalismo, y que, por eso, las mujeres trabajadoras y pobres deben estar junto con todas las mujeres, apartadas de la lucha de clases, el feminismo reformista pretende ignorar los cimientos de la unidad de la clase trabajadora, de la misma forma que pretende hacer en la actualidad para Puerto Rico. La única forma de emancipar a la mujer es emancipando a la clase obrera con la construcción de nuevas bases sociales, sin explotación, sin opresión y con igualdad plena entre hombres y mujeres; entre los seres humanos.
En ningún Estado capitalista, ni siquiera en la republica más libre, existe plena igualdad de derechos de la mujer. La igualdad ante la ley no es todavía la igualdad en la vida. ¿Luchamos por los derechos ‘legalistas’ de la mujer o por la emancipación de la mujer? Todas sabemos que aún con la plena igualdad de derechos, subsiste el hecho en que en la mujer pesa sobre ella todos los quehaceres del hogar. Por lo tanto, necesitan conseguir la igualdad con los trabajadores no solo ante la ley sino ante la vida.
Es problemático cuando las palabras patriarcado, desigualdad entre sexos y machismo quedan y las cuestiones de lucha de clase y la perspectiva de clase pasan a un segundo plano. La teoría marxista muestra que cada sociedad comprende tres niveles: el económico, el político y el ideológico. Es, entonces, desde el marxismo que la comprensión de la sociedad dividida en clase es fundamental para el desarrollo de la lucha contra las diversas opresiones que sufre la clase obrera. La historia de las mujeres es también la historia de la lucha de clases porque ésta se expresa en el ámbito político, económico y social. La familia dejó de ser una unidad económica de producción, reproducción y consumo para pasar a ser ahora una unidad de consumo. De reproducción también, ya que se transformó en el medio de criar a la próxima generación de trabajadores para ser explotados por el capital.
En la actualidad, la crisis económica actual y las políticas de austeridad neoliberales han agravado la situación para la clase trabajadora. La falta de trabajo digno, la feminización de la pobreza, el retroceso de derechos y libertades, la mercantilización del cuerpo de las mujeres a través de la prostitución y de los úteros de alquiler aumenta el efecto que tiene el sistema capitalista y patriarcal en el sufrimiento de la mujer en un espiral de violencias machistas, desde los micromachismos hasta el feminicidio. Con la entrega de carreteras, aeropuertos, aumentos en los servicios de agua y electricidad, la alza en los alimentos y el asalto a los sistemas de pensiones se acelera desmedidamente el proceso de empobrecimiento de nuestra clase, en particular de la mujer trabajadora.
Según las estadísticas de la Encuesta sobre la Comunidad de Puerto Rico publicada por la Oficina del Censo de Estados Unidos para el año 2019, revelaron que 36 de 78 municipios tienen un 50% o más de su población viviendo en condiciones de pobreza, seis de estos tienen un nivel de pobreza entre 60% a 64%. Seis de cada 10 personas en los municipios antes mencionados están en pobreza, incluyendo niños y niñas. La pobreza infantil en Puerto Rico se ha mantenido entre el 56% y el 58% por ciento por los pasados años. Esto indica que el ciclo de la pobreza y la falta de oportunidades comienzan desde edad temprana. Un 76% de los menores de edad que viven en pobreza viven en hogares donde el encargado del hogar no cuenta con un trabajo. Lo que indica que 1 de cada 4 menores vive en un hogar donde el jefe/jefa de familia trabaja, pero no gana lo suficiente para sacar a la familia de la pobreza. La distribución geográfica indica que los porcentajes más altos en nivel de pobreza se encuentran en las regiones del centro, sur y oeste de Puerto Rico.
Según estadísticas del Departamento de Trabajo y Recursos Humanos (DTRH) para diciembre del 2012, la población femenina trabajadora era de 153,000 individuas, componiendo el 32.8% de la clase trabajadora del país. Es decir, que cerca de ¼ parte de la población del país está siendo sostenida por mujeres trabajadoras que tienen que encargarse de mantener económicamente su núcleo doméstico. Estas cifras comprueban que alrededor del 48% de la población que vive por debajo de niveles de pobreza, al menos la mitad está compuesta en su mayoría por jefas de hogar, sin esposo/esposa presente, y por otro sector en alto riesgo: las envejecientes y las pensionadas. La mitad de las mujeres jefas de familia trabajan a tiempo parcial, principalmente en el sector de servicios, y sólo un 19.5% labora a tiempo completo.
La Encuesta de la Comunidad de la Oficina del Censo de Estados Unidos para el 2020, demostró que los hombres ganan en promedio $2,076 dólares más que las mujeres al año. Es en profesiones que demandan más preparación académica, como maestría y doctorado, que la brecha se agranda. En estos casos, el salario de las mujeres es de 60 centavos por cada dólar ganado por sus contrapartes masculinas. Esto es un ejemplo de las condiciones materiales de las mujeres trabajadoras, una contradicción cuando hace varias décadas la cantidad de mujeres con educación universitaria superaba por mucho la de los hombres. Parece ser ésta la norma en la fuerza laboral del país aún con la ley la Carta de Derechos de la Mujer Trabajadora, firmada en el año 2020. Una supuesta ley para la igualdad salarial. Curiosamente traída a las trabajadoras por el mismo gobernador, que eliminó la educación con perspectiva de género en las escuelas del país y el mismo que firmó la Reforma Laboral, que desprovee a la clase obrera de sus derechos laborales adquiridos.
Estas desigualdades sociales también las observamos en la participación de las mujeres en la ciencia a nivel global. Según los datos de la UNESCO, las mujeres en la ciencia son un 30% y en los puestos de decisiones las mujeres alcanzan del 15 al 20%; publican menos, les pagan menos por su investigación y no ascienden tanto como los hombres en sus carreras. De la misma manera, a nivel global la matrícula de estudiantes féminas es baja particularmente en áreas de la tecnología de la información y las comunicaciones, con un 3%; en ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, con 5% y con ingeniería, manufactura y construcción, con un 8%. Estoy segura que hemos escuchado en algún momento que aún cuando las niñas y los niños se desempeñan igual en ciencia y matemáticas sólo una fracción mínima de estudiantes féminas en la educación superior elige estudiar ciencias. Los sectores donde más mujeres trabajan como investigadoras son el público y el académico mientras que en el sector privado la tasa es más baja. Según investigaciones, los estereotipos de genero son la razón por la que la presencia de las mujeres en la ciencia es tan reducida. De acuerdo en que hay menos oportunidades por una mayor carga familiar sobre los hombros de la mujer, lo cual le resta tiempo para dedicarse de lleno al campo de la investigación. Además, las leyes laborales no le permiten a la mujer poder acoplar las tareas familiares con las del carácter científico. Es esto un hecho lamentable para las ciencias porque es la diversidad en las ciencias, mayormente en el área de investigación lo que amplía el número de investigadores talentosos y aporta diferentes perspectivas, talentos y creatividad.
A las mujeres se les asignan unos roles sociales y domésticos como son la crianza de los hijos y el cuido de las personas mayores y enfermos, lo cual complica su situación de opresión, si a eso se le añade que son jefas de familia con un salario bajo y en gran parte de tiempo parcial, entonces cualquier asistencia que puedan recibir no contribuye a mejorar su situación sino que la perpetua. La desigualdad económica es fomentada cada vez más por el capitalismo y el patriarcado, que se sostiene del trabajo no renumerado que hacen las mujeres, a quienes les relega los cuidados de otras personas y trata el asunto como una cuestión individual y privada y no como una cuestión colectiva y pública.
En cuanto a la violencia de género en Puerto Rico, en el 2019, se publicó un estudio científico que analiza datos disponibles sobre los feminicidios entre 2014-2018. En éste se denuncia que en Puerto Rico ocurre 1 feminicidio cada 7 días. Esto equivale a una tasa de feminicidios de 3.00 feminicidios por cada 100, 000 mujeres. En efecto, se evidenció que Puerto Rico se ubica entre los países con tasas altas de feminicidios, junto con Republica Dominicana (3.2) y Perú (3.3). Fueron las mujeres con bajo nivel educativo quienes tienen la tasa de feminicidios casi 5 veces más alta que su grupo de edad y mujeres entre las edades de 25-34 años están en mayor riesgo que las demás. Lo que evidenció también que los feminicidios ocurren principalmente en las residencias de las mujeres o sus familiares, que 58% son asesinadas con armas de fuego y en un 82% de los casos las victimas conocen a su agresor. Puerto Rico está en la 13era posición con mayor cantidad de feminicidios entre 52 jurisdicciones de Estados Unidos. La tasa de P.R. está en la 4ta posición entre los estados más pobres de Estados Unidos (Base de datos Wonderdatase del CDC: año 2017).
Aunque la violencia de género en Puerto Rico ha estado en las noticias del país cada semana, los alarmantes casos se dispararon en un periodo de 4 semanas en el 2020, donde se registraron 17 asesinatos de mujeres. A principios del 2021, el país se unió a la búsqueda de una joven de 29 años, enfermera, madre de tres niñas llamada Angie Noemi González Santos quien había salido de su trabajo para su casa y nunca llegó. En los posteriores días a su desaparición la joven fue encontrada muerta, tirada en un barranco; presentando signos de violencia, su muerte, una estrangulación. Su expareja con sexual, padre de sus hijas, con quien convivía porque cuidaba a sus hijas en medio de la pandemia mientras ella salía a trabajar, fue quien la asesinó luego de una discusión entre ambos. Éste fue uno de los miles de casos por violencia de género en la Isla, que aumentaron con los desastres naturales de los huracanes Irma y María en el 2017 y los cuales parecían comenzar a aumentar nuevamente en la pandemia. De acuerdo con el Observatorio de Equidad de Género de la Isla, sólo en 2020, unas 60 mujeres (incluyendo 5 transfeminicidios) fueron asesinadas en la isla, aunque las autoridades solo reconocieron oficialmente ocho casos como feminicidios y según, la división de Violencia Domestica de la Policía de Puerto Rico, más de 5,500 mujeres reportaron haber sido víctimas de violencia domestica durante 2020. La carencia de estadísticas certeras y el apoyo popular que generaron las campañas contra la violencia de género volvieron el problema un tema de campaña política para las elecciones del 2020. Seis días después del hallazgo del cuerpo de González Santos, el gobernador Pedro Pierluisi, quien en tiempos de campaña fue acusado de ser un hostigador sexual, declaró el Estado de Emergencia por feminicidio en la Isla, que había sido solicitado mayormente por organizaciones feministas desde el 2018. Esta orden del estado de emergencia decretado, supuestamente, permite al gobierno de la Isla tomar acciones urgentes y destinar fondos para hacer frente a situaciones de violencia de genero. ¿Por qué dije “supuestamente”? Porque todo esto está a la tentativa de que la Junta de Control Fiscal apruebe algún presupuesto destinado a este esfuerzo y adicional, es una orden gubernamental con un temporizador corriendo porque es vigente hasta el 30 de julio de 2022.
Al ser el Estado de Emergencia declarado, se comenzó a argumentar que era una victoria el lograr que se declarara como un paso para la reivindicación de la mujer. Sin embargo, al igual que Kollontai en su momento, me cuestionó, ¿un primer paso para quién y para qué? ¿para cambiar las condiciones materiales de la mujer trabajadora? No me parece. Se declaró la emergencia y ahora qué, ¿fiscalizamos al Estado? ¿Fiscalizar al mismo Estado que genera desmedidamente las condiciones opresivas a las que las trabajadoras son sometidas bajo el coloniaje y el capitalismo? ¿No es de importancia que sean las mismas trabajadoras quienes reconozcan, juntos a sus compañeros de clase, la doble opresión que éstas sufren por la sociedad en clases? ¿No sería de mayor importancia la ideología política de las masas en vez de las migajas de lo que puede o no hacer el Estado burgués? A esto, añadido la co- participación del sector privado que tanto le ha quitado a la clase obrera y organizaciones sin fines de lucro que capitalizan de esta crisis, ya que serán éstas las que recibirán los fondos destinados por dicha orden ejecutiva.
Se quiere ver al Estado como un ente neutral y que éste intervendrá a favor de las mujeres. Sin embargo, el Estado burgués, y en el caso de Puerto Rico, colonial y patriarcal no apoya la lucha de las mujeres por su emancipación. Hemos visto lo que hace éste en emergencias; lo vimos en los huracanes Irma y María, nuestra Isla quedó devastada y el Estado no cumplió con su función mínima de ofrecer los servicios más básicos a las personas. Pero de esta situación surgió la más hermosa de las características de la clase trabajadora, la solidaridad. Fueron las acciones entorno a ésta que las mismas comunidades desamparadas por el paso de los huracanes y la negligencia del gobierno asumieron el control de sus entornos comunitarios y se encargaron día a día de la recuperación de las personas que les rodeaban. Por supuesto, como era de esperarse, el Estado no vaciló en capitalizar la crisis humanitaria pagando millones de dólares en campañas publicitarias con el slogan de “Puerto Rico se levanta” y así también creció el oportunismo de muchos personajes como lo es el actor buscón de Broadway Lin Manuel Miranda, quien fuera una de los principales fuerzas cabilderas en el apoyo de la Junta de Control Fiscal, abriendo así el camino para un sin número de organizaciones sin fines de lucro internacionales y/o fundaciones que aprovecharon la situación para hacerse de fondos destinados a la emergencia. De igual manera, lo vimos en los temblores que azotaron a parte de la población en el sur de la Isla y lo vemos en la emergencia más inmediata que es la pandemia del COVID-19.
Por estas razones y más, aunque se haya declarado el Estado de Emergencia, tengo la certeza de que quedará todo exactamente igual. ¿Cómo podría cambiar si todo el sistema en clase opresivo queda intacto? Sistema que se mantiene por la defensa de los intereses de las clases dominantes que se benefician de la subordinación y de la posición devaluada de la mujer. Este Estado de Emergencia no será diferente a los Estados de Emergencia que le precedieron. Las obreras estamos en Estado de Emergencia desde el levantamiento individualista de la sociedad en clases, desde el patriarcado que mantiene los bienes comunales a bienes privados para sí, y mientras siga existiendo el capitalismo. El trabajo debe ser desde las masas y no desde ninguna fuente sistemática e institucionalizada de opresión. Es por esto vital entender que nuestra salvación no se encuentra en ser colaboracionista con el Estado sino alejado de éste para poder así acercarnos a las masas. La tarea no es fácil porque no lo es, es difícil, ardua y llena de represión, pero estamos en el camino correcto mientras no claudiquemos en nuestros principios y objetivos revolucionarios y mucho menos en la meta final de una sociedad sin clases, sin capitalismo, sin imperialismo y sin patriarcado.
No pretendo con las estadísticas que les ofrecí sea sinónimo de que apreciemos la importancia de la recopilación de dichos datos por las mismas agencias e instituciones que fallan en dar una realidad material a la solución de nuestros problemas sino meramente en el contexto marxista de que entendamos que tal y como nos muestra científicamente la dialéctica todo se relaciona. Pienso yo, deberíamos emular a las mujeres comunistas revolucionarias de Rusia, debemos trabajar en conjunto para la transformación de la vida cotidiana no solo desde el aspecto económico y político sino también desde la cuestión ideológica. Las leyes no sirven para nada si todo el aparato ideológico aún persiste en nuestras mentes y se reproduce en nuestra vida cotidiana. No se puede luchar de forma fragmentada tenemos que luchar por un todo, sin la transformación ideológica no podemos mantener la transformación económica y política y viceversa. Hay que socializar el trabajo de consumo y reproducción, tal y como lo hicieron las mujeres en Rusia. Cambiando el concepto del trabajo individual doméstico al concepto de trabajo colectivo, lo que sería el trabajo realizado y compartido por todos y todas. Cuanto más podamos vivir en entornos colectivos y no individualistas, nuestras relaciones se basarán en lazos de afecto, cooperación y solidaridad en vez del enfoque individualista de nuestra necesidad económica. Debemos revisar nuevamente la teoría que el marxismo nos provee con la dialéctica y el materialismo histórico de la lucha por la emancipación de la clase trabajadora, ya escrito por quienes nos antecedieron en esta lucha bajo otras condiciones materiales.
Concluyo, al igual que quienes vinieron antes de mí, que la lucha de las mujeres trabajadoras son asuntos de la clase obrera y el movimiento femenino debe estar constituido y organizado por los sectores de las mujeres trabajadoras en función de alianzas con las fuerzas sociales que también sufren las condiciones que impone el capital. La lucha de las mujeres trabajadoras en Puerto Rico, es la misma lucha de las mujeres trabajadoras del mundo, y, por consiguiente, es esta la lucha de clases de la clase obrera. Las mujeres no se constituyen como una sola clase o un solo estrato por sí solas. Nos corresponde a todas y todos, a la clase trabajadora, rescatar el verdadero significado de clase en el día del 8 de marzo. Una encomienda de suma importancia por ser un método de agitación entre nuestras hermanas trabajadoras menos politizadas para el desarrollo de la conciencia política de clase. Pero, sobre todo, para fortalecer la solidaridad internacional de la clase trabajadora para lograr ese cambio social. El rol y la contribución de la mujer proletariada es esencial para el éxito de la clase trabajadora contra la explotación.
¡Que viva el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora!